Si preguntáramos a algunos alcaldes de grandes ciudades acerca de sus retos a afrontar, no sería extraño que mencionaran uno muy concreto: la movilidad urbana. Más concretamente, la necesidad de una movilidad urbana más sostenible.
Saturación de tráfico, convivencia tensa entre coches, ciclistas y peatones...y contaminación. Mucha contaminación.
No en balde, el sector del transporte ya es responsable de alrededor de una cuarta parte de las emisiones mundiales de CO2, y el tráfico por carretera representa el 17,5%.
No se puede decir que sea un mérito del que podamos sentirnos muy orgullosos, y probablemente nuestros pulmones tampoco lo agradezcan demasiado.
Según una investigación de la Universidad de Harvard, en colaboración con la Universidad de Birmingham, la Universidad de Leicester y el University College de Londres, la contaminación causada por las emisiones debido al combustible fósil (carbón, Diesel), genera una de cada cinco muertes en todo el mundo.
Una de cada cinco muertes. Contenemos la respiración y seguimos con el post.
En España, la mortalidad vinculada a la contaminación y la calidad del aire en sus ciudades registra un total de 31.600 muertes anuales (Informe 2020 AEMA). Y no, no es una errata.
Podríamos terminar aquí con el artículo antes de que todos huyáis despavoridos al pueblo más cercano, pero os daremos otro apunte: el ruido también es un enemigo a batir. ¿Por qué?
Pues porque los niveles de exposición al ruido producido por el tráfico pueden afectar emocional, psicológica y socialmente, y provocar trastornos del sueño.
Queremos ciudades más sostenibles. Tenemos las ideas para cambiarlas. Ahora solo hace falta valentía para ponerlas en marcha. En empresas, por ejemplo, implantando Planes de Movilidad Sostenible para los desplazamientos al trabajo.
#WeRideAgainstClimateChange